En el texto el sujeto de la educación es el alma. Es la que, apartándose de lo que nace, debe dirigirse a la contemplación del ser y del Bien.
El texto está suponiendo un dualismo antropológico. El hombre es un compuesto de alma y cuerpo. El cuerpo es algo negativo, prisión o tumba del alma, y es quien la mantiene atada como un esclavo en el fondo de la caverna.
La educación supone control y dominio del cuerpo, y el desarrollo de la capacidad intelectual o racional del alma, lo que nos volverá a poner en contacto con las ideas y con el Bien, saliendo de este modo de la caverna y retornando a su patria, el mundo de las ideas. El alma es inmortal y eterna y el cuerpo es mortal.
En el Fedro, Platón compara al alma con un auriga que conduce un carro tirado por dos caballos, uno bueno y bello y otro todo lo contrario. Tendríamos así en el alma tres aspectos, partes o capacidades: El auriga que conoce y contempla las ideas, además conduce y guía a las otras dos, dominando la totalidad. Es el alma racional.
El caballo bueno y bello o alma irascible es la capacidad de esforzarse con valentía y constancia, superando todas las dificultades que se oponen a la consecución de la felicidad, consistente en la contemplación de las ideas y, sobre todo, de la idea de Bien. El caballo malo o alma concupiscible es la tendencia al placer, a la comodidad, a la pasividad, a dejarse dominar por las pasiones. Debe ser dominado y sometido, si queremos liberarnos y salir de la caverna.
Esta visión debe completarse con la teoría desarrollada en el Banquete sobre el amor o eros. El alma es una amante que busca
entre la carencia y la posesión, la belleza y la sabiduría. La dialéctica, camino para el retorno a las ideas, es también una pasión amorosa que el alma sufre, anhelando aquello de lo que carece pero también de lo que ya comienza a gozar. Toda esta teoría plantea grandes incertidumbres e imprecisiones sobre la unidad y simplicidad del alma, y principalmente sobre su relación con el cuerpo. Posteriormente Aristóteles intentará cerrar los interrogantes que Platón deja abiertos, distinguiendo entre vida vegetativa, sensitiva y racional y aplicando el hilemorfismo. El alma es forma del cuerpo, con el que constituye una única sustancia, pero, como consecuencia, es mortal.