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La Madre del Cordero

Un lugar para el estudio y la reflexión

Platón: El dualismo antropológico; Agustinismo, Tomás de Aquino y Descartes.

Platón, en el texto que comentamos, centra la educación en el alma y en la facultad de conocer; la compara con la visión del ojo, que en compañía del cuerpo entero se vuelve hacia la luz. Platón está expresando el dualismo antropológico presente en sus obras. El hombre es un alma ocasional y temporalmente prisionera o sepultada en un cuerpo.

San Agustín y el agustinismo medieval reciben este influjo platónico a través de la mediación del neoplatonismo. Mantienen el dualismo alma – cuerpo; el hombre es propiamente un alma, imagen de Dios, y el cuerpo es un elemento negativo, al que el alma se ve sujeta mientras no pueda liberarse de él después de la muerte.

Tomás de Aquino siguiendo a Aristóteles, supera este dualismo y explica la relación del alma y con el cuerpo aplicando la teoría hilemórfica. Alma y cuerpo forman una única sustancia, relacionándose como la materia y la forma. Un detalle importante a tener en cuenta es que, para Aristóteles, el alma muere con el cuerpo; Tomás de Aquino, sin embargo, manteniendo su creencia religiosa, defiende la inmortalidad del alma presentando argumentos, algunos semejantes a los que Platón expone en el Fedón.

En Descartes encontramos un dualismo semejante, aunque no parece derivar directamente de Platón o del agustinismo medieval, sino ser consecuencia de la aplicación de su método y de la aparente defensa de las creencias religiosas. Descartes por una parte radicaliza este dualismo al utilizar el concepto de sustancia, tomado de la escolástica aristotélica; así Descartes separa totalmente la sustancia pensante, el alma o espíritu, de la sustancia extensa, el cuerpo. Pero, por otra parte, Descartes no puede negar la relación y el influjo mutuo entre el alma y el cuerpo. Intenta inútilmente explicar esta relación recurriendo a la imperfecta biología de su época, de orientación mecanicista, con la glándula pineal. Los racionalistas posteriores intentan explicar esta aparente relación entre el alma y el cuerpo o entre el espíritu y la materia recurriendo a una intervención divina (“Deus ex machina”) que complica más el problema en lugar de resolverlo. Es la teoría ocasionalista de Malebranche o la armonía preestablecida de Leibniz.

La Ilustración y, sobre todo, la filosofía contemporánea de finales del XIX someten este dualismo a una severa crítica, de modo que hoy en día podemos considerarlo superado.