En la década de los 50 del pasado siglo, la llamada Escuela de Tubinga difundió la opinión de que el verdadero pensamiento de Platón estaba reservado en exclusividad a los discípulos escogidos e iniciados en su filosofía y no se encontraba en los Diálogos, escritos a disposición de quien quisiera leerlos, sin distinción entre lectores preparados y lectores inadecuados.
La denominación de “esotérico” surge debido a la existencia de una doctrina secreta o parcialmente secreta, enseñada puertas adentro de la Academia, que no podía ser comunicada a un público sin preparación previa, y contrapuesta a la doctrina “exotérica” o pública, dirigida a todo aquel que tuviera interés en leer los Diálogos.
Este platonismo esotérico estaría en consonancia con tradiciones culturales arraigadas en el ambiente griego de la época de Platón.
Podemos hallar las raíces del esoterismo en los movimientos místicos o misteriosos que, a partir del siglo VI, y posiblemente con origen oriental, encontramos en Grecia, coincidentes con la aparición de la filosofía. Estos misterios están destinados exclusivamente a los iniciados. Parece innegable el influjo de las religiones mistéricas a través de conceptos difusos en el ambiente cultural, que fueron asimilados por los filósofos.
Entre estos misterios destacan el culto a Dionisos o Baco, de origen tracio; los misterios de Eleusis, en torno al culto agrícola dirigido a Deméter, la Madre Tierra; y el orfismo, movimiento espiritualista de origen confuso, en el que se pretende conseguir que el elemento humano derivado de los Titanes sea dominado por el elemento divino, derivado de Zeus. Se basa, pues, en un dualismo antropológico según el cual el cuerpo es una prisión para el alma. Ésta es inmortal y debe alcanzar la liberación a través de una vida ascética, so pena de seguir transmigrando a otros cuerpos.
Estos movimientos religiosos mistéricos, sobre todo el orfismo, tuvieron una profunda influencia en los pitagóricos. Los pitagóricos aparecen en sus inicios como una secta religiosa y mística. En una segunda fase se dotan de los elementos matemáticos, científicos y políticos. Pitágoras habría sido una especie de profeta, místico y taumaturgo. Pero Pitágoras es, además de un reformador moral y religioso, un filósofo. A través de Arquitas de Tarento, su influjo en Platón es incuestionable.
La comunidad pitagórica se dividía en la clase de los oyentes o acusmáticos, que no podía ver al maestro sino sólo escucharle, y los matemáticos y físicos, discípulos de categoría superior, ya iniciados, a los que se permitía verle e interrogarle.
El ejemplo de Sócrates, maestro muy querido por Platón, sin duda también ha influido. Sócrates no escribió nada. Toda su enseñanza tiene carácter oral, empleando como recurso didáctico el diálogo. En los Diálogos de Platón existen numerosas citas en las cuales el importante tema tratado, el Bien sobre todo, se deja para ser reiniciado en lugares y tiempos posteriores.
Algunas fuentes indirectas dan noticia de conferencias orales sobre temas no expresados por escrito, así Aristóteles nos habla de una conferencia de Platón “Sobre el Bien”.
Finalmente del propio Aristóteles, discípulo de Platón en la Academia durante 20 años, tenemos fuentes con diversas listas de sus obras, todas ellas con cantidades diferentes, por lo que se concluye que una parte importante de su obra se ha perdido. Las que se han conservado, el “Corpus aristotelicum”, forman parte de lo que el propio Aristóteles llama escritos esotéricos, destinados a un grupo de discípulos selecto ya iniciados. Otros, los llamados exotéricos, de mayor calidad literaria, muchos de ellos diálogos destinados al gran público, se perdieron.
Como conclusión debemos afirmar que es coherente con el contexto cultural de la época la existencia de conferencias orales sobre temas no expresados por escrito y que, por tanto, además de los Diálogos escritos conocidos en la actualidad, Platón habría desarrollado una importante actividad oral dentro de la Academia. Pero todo esto no implica negar la importancia fundamental de los escritos platónicos para el conocimiento y la difusión de su pensamiento a lo largo de los siglos.